miércoles, 21 de noviembre de 2007

CASMU: la sitcom

SITUACIÓN UNO: Negligencia numeral
- ¿Me das una tarjeta para la seis uno siete?
- ¿Seis uno siete?
- Sí...
- Ah, para la seis diecisiete querés.
Le sonrío falsamente. Ahora tengo mi pase celeste a la habitación de mi abuela. Subo por el ascensor. Ostento mi tarjeta para que el ascensorista no me mire con suspicacia. No soy una intrusa, no. Está todo legal. Voy a la seis uno siete, digo, a la seis diecisiete.
- Sexto piso, por favor.

SITUACIÓN DOS: Patoteo y berrinche clórico
Un muchacho joven, con vestimenta blanca -fatalmente agredida por la mugre- viene a la habitación 617 a limpiar. Cataratas del iguazú caen del trapo que sin ser debidamente escurrido brutalmente raspa las paredes. Mi abuela y yo lo ignoramos. Intentamos ignorarlo nosotras y la señora del servicio de acompañantes. El tipo va y viene, entra y sale de la habitación buscando otros elementos que le permitan cumplir con su función: limpiar, desinfectar.
- Disculpá, si vas a echar cloro por favor abrí alguna de las ventanas.
- Ah, bueno, si le molesta no echo nada.
- No, no, yo no te digo nada, hacelo pero te pido que ventiles un poco porque la señora tiene problemas respiratorios.
- No, ta. Por mí no pongo nada, mejor para mí así no tengo que respirarlo yo, ¿no?
- Pero con que abras la ventana ya está...
Se fue bufando y no echó cloro. Sabelo, amistá.
El airoso tipejo necesita contención, por eso echa 38 mil litros de cloro, autocausándose estornudos, irritación y tantos otros efectos biológicos que le genera su masoquismo. ¡Nadie piensa en él! ¿Por qué no lo internan y le prestan un poco de atención al freaking asshole?

3 comentarios:

Matilde dijo...

Mirá, no voy a opinar sobre lo que contás porque quiero contar lo que me pasó a mí, y se volvería demasiado largo...
El lunes a las 10 fui a la emergencia del Casmu por dolor en el pie derecho, que además estaba hinchado. 11.50 me llamó una doctora, le conté, me pidió que me sacara el pantalón (¿?) y me pasó a traumatólogo.
Fui, hice una cola para pagar las placas que me tenían que sacar ($216 que después me dijeron que no debía pagar porque mi padre trabaja ahí -- bueno, que alguien avise) y llegué a Rayos, ya rengueando. Avisé que necesitaba una placa, y mientras esperaba, la recepcionista de la seccion (o como puta se llame!) me atomizó tanto con el viaje de fin de año de su nieta a las Termas que le terminé comprando una rifa. Sí, venía quejándome en voz alta de haber pagado 2 gambas; no podía mentir que no tenía 10 pesos.
Me hicieron los rayos esos y con las placas (esas, donde chicos usábamos como mantel para jugar con plasticina), fui al traumatólogo. La recepcionista, en agradecimiento a que le haya comprado la rifa, me metió de prepo en el consultorio, con lo que me gané el odio de los dos que estaban delante mío: una chica con un dedo roto porque se lo agarró con la puerta del auto y un pibe de no más de 25 años que no podía más de la ciática.
El traumatólogo no me miró. Le prestó más atención al reloj (que daba la hora del almuerzo) que a mis benditas placas.
Me recetó una droga y un par de cosas más. Al no hablarme de reposo, le pregunto si es necesario.
-¿Trabajás?
-¿En qué cambia las cosas?
Me mira por arriba de los lentes y me repite la pregunta.
-Quiero saber si necesito reposo. No trabajo, pero estudio, no soy un parásito.
-No, no hagas reposo.
Claro, me rebelo ante la autoridad y se toma venganza.
Ahora me duele.

Alice in Wonderland dijo...

Funcionarios pasionales los del Casmu, ¿eh?
Prometo un post sobre las desquiciantes enfermeras, cuya extraordinaria labor merece un capítulo aparte.

Walter Hego dijo...

No tiene nada que ver con el asunto de la entrada, lo sé. No obstante, están todos cordialmente invitados a sumarse al
boicot a Montevideo.comm.